2. A LA SOMBRA DEL PALO BORRACHO (PIANTADA CRÓNICA DE UNA ESTADíA EN BUENOS AIRES E IGUAZÚ)
II
Fue a través de Merche y de Samir que conocí a Néstor y a Andrea, en el 2.001, en un café de la Plaza del Sol de Madrid. Todos participábamos, de alguna u otra manera, en ESTAMPA, la Feria Internacional de Grabado y Artes Gráficas, y nos habíamos propuesto terminar la jornada relajadamente, tomando algún café o algún vino. Néstor era un grabador afable, de barba pelirroja y ojos grises, inesperados, ataviado con gorrita marinera. Andrea, también grabadora y litógrafa, grácil, conservaba una disciplinada curiosidad en su mirada. Ambos porteños, ambos recién y muy enamorados, con un metejón en el cuore, agarraditos al calor de la misma mesa. Pronto, como siempre que ocurre cuando me asocio con un argentino, Néstor y yo la emprendimos a golpear tango, ante la mirada divertida (creo yo) de la barra. Recuerdo La última curda, evocando al Polaco Goyeneche ("Tu lágrima de ron me lleva/hasta el hondo, bajo fondo,/donde el barro se subleva..."). Pasamos una noche realmente memorable, teñida por el repiquetear de la lluvia, la garúa, allá, afuera, bien lejos.
Después de aquella noche, poco más supe de sus vidas, apenas sus mails circulares anunciando sucesivas exposiciones en remotos lugares. Cinco años más tarde, Samir, Director del Taller de Grabado Estable de la Diputación de Huelva, me presenta un proyecto de Néstor (ahora con la barba cubierta de nieve) para mostrar en la Sala Siglo XXI del Museo de Huelva: De viajeros, inmigrantes y aventureros. Como buen porteño, Néstor creció con la inmigración de sus abuelos a cuestas, con las cartas que su madre compilaba de aquellos parientes de Galicia, tan cercanos, tan ignotos. De ahí surgen sus preguntas sobre la identidad. Esa obra reflejaba dicha búsqueda, que el artista materializó en un viaje de luces y de sombras a la tierra de sus descendientes. Néstor apresó en el papel el fulgor de una infancia agridulce, fresca, con niños, monigotes, barquitos de papel, frases de escuela y de castigo, marineros, carabelas, barquitos y soles. Estos días Néstor nos ha confesado que fue más que fuerte ver su nombre colgado de una banderola en la fachada del Museo. Que cinco siglos después se invirtió el camino. Ahora él nos había conquistado a nosotros.
La exposición en Huelva, coronada con una apoteósica cena en casa de Samir y Merche (otra vez, más tango, en casa de una moguereña y un sirio choquero), fue un éxito, lo que nos animó a emprender una itinerancia por la provincia (que a día de hoy prosigue). De entre todas las localidades visitadas, especialmente expresiva fue la reacción en Gibraleón, entusiasmados, agradecidos. Muchas gracias, Caye.
Y llegó nuestro momento de viajar a Argentina, ése que nos concita hoy y aquí. Quisimos quedar con ellos, sin expectativas, en principio nomás que para saludar, acercarles la documentación que acá ha generado la muestra de Néstor e invitarlos a cenar y no importunar demasiado. Pero se tomaron bien a pecho nuestra llegada, y apenas nos dejaron respirar en nuestra estadía, toda vez que se lo permitían sus compromisos personales y profesionales. Nos acompañaron a recorrer en auto la provincia; La Boca y sus colores; a Cadore, con Mingo, a probar el mejor helado del mundo, un mascarpone con chocolate amargo; a las Villas Miseria y los fantasmas del paco; al taller y casa de Rafael Gil y Lidia Paladino (otros grabadores argentinos imperdibles); a la cena y el espectáculo for export Piazzolla Tango; a sentir el golpe de la brisa del Río de La Plata; al encuentro de esquinas tangueras: la de Manzi, la de Gardel, la plazoleta Discépolo; a visitar tanguerías como El Chino (reducto dilecto de Serrat y Sacristán), El Viejo Almacén, Carlitos (oh, qué cantores); a descubrir la singularidad del Barrio Coriano; a maljurar el infierno de las torres de Puerto Madero; a paladear un choripán al paso por la costanera sur; a sentir una parrillita bajo el ombú de Chinchulines; a tomar el último café con Borges en el Tortoni; a mirar bailar al Club Gricel... Antes de regresar a España, Néstor nos emocionó con el regalo de un plano de Buenos Aires, mejorado con sus anotaciones y dibujos de todos los lugares que habíamos visitado juntos. Un tesoro que hoy luce bien sentimental en nuestra casa.