La dignidad y el Sr. Mas
Qué hacemos cuando un cerebro enclenque se empeña en colocarnos un traje excesivamente ceñido. Cabrearnos. Y, justamente, es lo que debemos evitar. Sólo hay que desvestirse. Y ser. Al recordar descubriríamos que, cuando éramos, nuestra lengua, nuestra cultura, nuestra industria vestían a medida. A nuestra medida. Para qué cabrearse si un representante, es decir, un vendedor de mantas, defeca un chiste barato sobre lo que no somos.
Muy bueno, Juan. Hay que ponerle humor e ironía al asunto. Lo que peor lleva esta gente es que no se le tome en serio.