Claudiquemos
Hagamos una cosa: claudiquemos. Démosle la razón a los violentos, a los guerreros, a los vendedores de armas. Digamos sí a la guerra, no más manifestaciones, no más declaraciones pacifistas y bienintencionadas. Hagamos causa común con los señores de la guerra, con los Gobiernos que asesinan y con los Gobiernos que apoyan a los asesinos. Dejemos de gritar que otro mundo es posible. Ya está: claudiquemos.
Apoyemos esta y todas las guerras que vengan. Sin reservas, con espíritu patriota. Hagamos lo posible para que el choque de civilizaciones se materialize. Y de la forma más violenta posible: fomentemos el odio al inmigrante, venga de donde venga. Invitemos a nuestras multinacionales a seguir expoliando el Sur, y a nuestros políticos a seguir vendiendo armas. Hagamos declaraciones incendiarias, mintamos sobre el enemigo. Inventemos, incluso, a ese enemigo. Aumentemos el presupuesto de Defensa, más tanques, más aviones, más fusiles. Y mandemos al ejército a guerrear a cuanto país se ponga chulo y terrorista. Apoyemos la matanza de civiles: son potenciales terroristas; niños y mujeres que mañana pondrán en crisis nuestra seguridad, nuestro bienestar. Blindemos las fronteras, más aún. Disparemos contra los que saltan la valla, hundamos las pateras, hagamos campos de concentración para los que consigan entrar. Violemos los Derechos Humanos. Sin tapujos, sin escrúpulos. Otro lo hacen ya y les va bien. Enseñemos el odio en las Escuelas, que desde bien niños sepan que esto es una guerra, que impera la Ley del más fuerte, que hay que matar para no perder, excluir para mantener nuestro nivel de vida. Claudiquemos. Invitemos a Israel a pasar por las armas a todo el Líbano. Y después que terminen con los Palestinos. Mandemos refuerzos para ello. Y a Irak, mandemos también refuerzos a Irak. Ya está bien. Respaldemos incondicionalmente a los imperialistas. Cerremos las embajadas y abramos más Guantánamos: blindemos Occidente, dejemos ya los titubeos, las exquisiteces. Hagamos una guerra total, global, definitiva.
Tal vez así los Gobiernos asesinos y guerreros reflexionen. Y cambien de parecer. Es como esos falsos suicidas que gritan en la terraza, sabiendo que alguien los agarrará del brazo. Imaginen que, de pronto, toda la gente en la calle comenzara a animarlo: ¡tírate!, ¡salta ya!. El falso suicida tendría que agachar las orejas y abandonar la impostura. Lo que pasa hoy en el mundo es algo así: creo que estos matones necesitan la contestación ciudadana, necesitan las manifestaciones pacifistas. Necesitan que los agarremos del brazo para que no lleguen a saltar al vacío, para no meternos en una espiral suicida sin retorno que también los arrastraría a ellos. De lo contrario es difícil explicarse su actitud: no pueden ser tan tontos, tan bestias y tan imprudentes. Si todos los ciudadanos saliéramos a la calle a gritar: ¡adelante!, ¡vamos a la guerra!, ¡queremos enrolarnos, dadnos un fusil!, ¡acabemos con ellos!, ¡gueeerraaaaaa!, estos tipos indecentes mudarían de color y de discurso. Así pues: claudiquemos, vámonos todos a la guerra. De una vez por todas.
Muchas veces como tú, Gonzalo, he querido cerrar la puerta por dentro y no volver a salir, de puro agotamiento y frustración. Pero ni los de las pateras, ni los palestinos, ni las dunas de la costa, ni almas como la tuya, me dejan quedarme y siempre tengo que salir a gritar que con mi consentimiento, no. Queramos o no, estamos de este lado de la trinchera.