mis palabras no son nada...
mis palabras no son nada
como nada son las piedras de la esperanza,
como nada las banderas deshilachadas.
no son nada las palabras de mis poemas,
ni nada significan las fronteras de lo obsurdo.
de nada sirve que suenen los tambores,
que truenen las trompetas llamando a la guerra,
de nada sirve que nos aniquilen los bárbaros.
nada son las piedras de la esperanza,
como nada son las palabras del necio.
de nada sirve que aniquilen todas las palomas
de la paz, o que arranquen los cipreses milenarios
porque los espíritus seguirán morando en el celeste...
de nada sirve que nos escondamos de los vientos traicioneros,
de las noches de luna ensangrentada,
para qué escondernos en los túneles...
de nada sirven las palabras del profeta,
no auguran esperanzas los rezos...
ya no cubren las banderas tantos muertos
de la guerra santa...
no son nada las palabras ni las piedras,
se oxidaron las balas y los cañones,
y cuando enmudezcan las trompetas,
cuando silencien los tambores,
una nueva epopeya
nos abrirá el paraíso de los cielos.
como nada son las piedras de la esperanza,
como nada las banderas deshilachadas.
no son nada las palabras de mis poemas,
ni nada significan las fronteras de lo obsurdo.
de nada sirve que suenen los tambores,
que truenen las trompetas llamando a la guerra,
de nada sirve que nos aniquilen los bárbaros.
nada son las piedras de la esperanza,
como nada son las palabras del necio.
de nada sirve que aniquilen todas las palomas
de la paz, o que arranquen los cipreses milenarios
porque los espíritus seguirán morando en el celeste...
de nada sirve que nos escondamos de los vientos traicioneros,
de las noches de luna ensangrentada,
para qué escondernos en los túneles...
de nada sirven las palabras del profeta,
no auguran esperanzas los rezos...
ya no cubren las banderas tantos muertos
de la guerra santa...
no son nada las palabras ni las piedras,
se oxidaron las balas y los cañones,
y cuando enmudezcan las trompetas,
cuando silencien los tambores,
una nueva epopeya
nos abrirá el paraíso de los cielos.
No, no son nada las palabras de los necios, ni las que cercenan futuros, pero, ay, amigo poeta, hay tanto necio y tanto verdugo con los oidos dispuestos para escucharlas...