Tempestad
Cuando la tarde retoca a su fin
Un viento gris mojado de catástrofe
Ennegreciendo el cielo sin azul
Maneja a su antojo las olas
Que van y vienen furiosas
-Espuma, espuma!
Espuma y sal negras
Violentando el aire-
Y en cada brutal embate
Rompen, rompen y desangran
Granos de arena matilentos
Sin vocación de abismarse impetuosos
Y abren cicatrices pavorosas
En un lecho de marchitas caracolas
Que sin ritmo cabriolean alocadas
Al son de los tenores fúnebres
De amargas flautas ultraululantes
Céfiro cefirea sus cefireos alardeos
Sobre dunas que lagrimean amarillos
Condenadas a las fauces verdinegras de Neptuno.
Mientras
Las gaviotas
Desmanteladas sobre el plumaje requebrado
Buscan refugio en los rafales
Como si fuesen les voyeures
Que en perversos agostos sudorosos
De sórdidos deseos reprimidos
Y returgentes pechos femeninos
Bronceándose en top-less al sol
Amparan sus miradas agonizantes
Para no ser ni estar redescubiertos
Tras sus frágiles ofensas inocentes
Y poder seguir persistiendo precavidos
En su onanismo precario y precoz.
Beben el vinagre de Venus envilecido
En tanto se alborotan las gavinas
Viendo su hastiado infuturo picoteo
Arrastrado por las olas de plumas aoaladas.
El horizonte
Confundido en infinitas dimensiones
Demuestra su irrealidad de espejismo
En una turbulenta danza
De avernos inconfesables
Y ardientes cenizas grises
Que enfrían el sol en su periplo oculto
Hacia los confines del velado ocaso
Dándole una muerte sin sangre.
Ladran, ladran, ladran los perros alucinados
Como si fuese la alunada Luna
Que no llegarán a olfatear
En la canina noche de perros que se les avecina
El último queso engullido
Por el pozo colosal del desbordado océano.
En el puerto
Cerrado a faro y canto las redes
Recosidas y putrefactas
En el abandono de la mala suerte
De una mar que se muere asesinada
Anuncian hecatombes bajo el tórrido granizo
Y los cascos de los vetustos pesqueros
Estrellan contra los muelles sin sordina
Sus estridentes gimoteos inaudibles
De triste sirena arponeada.
Miedo, miedo, miedo
Miedo en las alcobas
Y alaridos alelados entre aleluyas lisérgicos
A la luz los candiles y las velas ensombreciendo.
¿Saldrá mañana el sol de nuevo?
Nadie, nadie, nadie
Nadie
Puede saberlo.
Un viento gris mojado de catástrofe
Ennegreciendo el cielo sin azul
Maneja a su antojo las olas
Que van y vienen furiosas
-Espuma, espuma!
Espuma y sal negras
Violentando el aire-
Y en cada brutal embate
Rompen, rompen y desangran
Granos de arena matilentos
Sin vocación de abismarse impetuosos
Y abren cicatrices pavorosas
En un lecho de marchitas caracolas
Que sin ritmo cabriolean alocadas
Al son de los tenores fúnebres
De amargas flautas ultraululantes
Céfiro cefirea sus cefireos alardeos
Sobre dunas que lagrimean amarillos
Condenadas a las fauces verdinegras de Neptuno.
Mientras
Las gaviotas
Desmanteladas sobre el plumaje requebrado
Buscan refugio en los rafales
Como si fuesen les voyeures
Que en perversos agostos sudorosos
De sórdidos deseos reprimidos
Y returgentes pechos femeninos
Bronceándose en top-less al sol
Amparan sus miradas agonizantes
Para no ser ni estar redescubiertos
Tras sus frágiles ofensas inocentes
Y poder seguir persistiendo precavidos
En su onanismo precario y precoz.
Beben el vinagre de Venus envilecido
En tanto se alborotan las gavinas
Viendo su hastiado infuturo picoteo
Arrastrado por las olas de plumas aoaladas.
El horizonte
Confundido en infinitas dimensiones
Demuestra su irrealidad de espejismo
En una turbulenta danza
De avernos inconfesables
Y ardientes cenizas grises
Que enfrían el sol en su periplo oculto
Hacia los confines del velado ocaso
Dándole una muerte sin sangre.
Ladran, ladran, ladran los perros alucinados
Como si fuese la alunada Luna
Que no llegarán a olfatear
En la canina noche de perros que se les avecina
El último queso engullido
Por el pozo colosal del desbordado océano.
En el puerto
Cerrado a faro y canto las redes
Recosidas y putrefactas
En el abandono de la mala suerte
De una mar que se muere asesinada
Anuncian hecatombes bajo el tórrido granizo
Y los cascos de los vetustos pesqueros
Estrellan contra los muelles sin sordina
Sus estridentes gimoteos inaudibles
De triste sirena arponeada.
Miedo, miedo, miedo
Miedo en las alcobas
Y alaridos alelados entre aleluyas lisérgicos
A la luz los candiles y las velas ensombreciendo.
¿Saldrá mañana el sol de nuevo?
Nadie, nadie, nadie
Nadie
Puede saberlo.
¡Joder, Rafa, eres la hostia en verso! (Nunca mejor dicho)
UN ABRAZO
PACO HUELVA