Pregunten a Obama. O a Putin.
Lo de Ucrania es que no tiene nombre. Putos rusos metiendo a sus tropas en un país soberano para acojonar al mundo entero. Nada nunca igual ni tan malo malísimo. Ya lo ha dicho el gringo Nobel de la Paz presidente negro de corazón blanco, esto es una "violación inadmisible del derecho internacional". Nada que ver con con la guerra de Corea. Ni con la Operation Blue Bat en el Líbano. Ni con el desembarco de marines yanquis en Santo Domingo. Ni con Vietnam. Ni con lo ocurrido en la isla de Granada. Ni con la búsqueda humanitaria de armas de destrucción masiva que se sabía desde un principio que no existían en Iraq. Ni con el asesinato de Salvador Allende. Ni con Panamá, Somalia, Haití, Bosnia, Colombia o Afganistán. Ni con las bases de Rota o Morón. Ni con Lagarde y sus sicarios de cuello blanco. No, nada que ver.
Y luego están los crimeos. ¡Vaya panda de salvajes! Sí, salvajes. Porque qué es si no una salvajada que un pueblo pretenda decidir acerca de su futuro y su soberanía. ¡Habráse visto tamaña desfachatez! Después vendrán los catalanes, gallegos, vascos, murcianos y hasta los de Villatripas de Abajo con la Jacinta en cabeza a pretender lo mismo. No, hombre, no. Que decidan la OTAN, la UE, el FMI, la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana, las agencias de calificación, la Coca Cola, Marhuenda o Del Nido. Pero los crimeos, no, virgen del amor hermoso.
Aunque para salvajes los checos y los eslovacos. Sí, hombre, sí, esos que, de la noche a la mañana, sin hacer ruido y de buen rollito, decidieron poner fin a una relación que les había sido impuesta. Como a esas parejas que no se aman y se unen en matrimonio por imposición de sus familias respectivas. Sí, estos sí que se merecen lo peor. Porque, mire usted, ¿y si cundiese ese ejemplo y el mundo comenzase a caminar hacia la autodeterminación plena de los pueblos en el contexto de un internacionalismo federalista? Sí, sería un auténtico desastre. ¿Que no me creen? Pregunten, pregunten al respecto a Obama. O a Putin.