Poética conturbada (IV)
(Cosmovisión)
No!
Yo nunca he sido capaz
De asegurar las fronteras
Que debieran separar
Mi esencia de mis poemas.
Y cada verso y cada estrofa y cada sílaba aturdida
No son más que
Jirones de piel desollados
Por un vendaval perenne
De fuego en el perenne invierno;
Pedazos de corazón
Mordidos y remordidos
Que escupo en cloacas palpitantes
Para el deleite de ratas
Que asidas con sus garras a las sombras
Los roen espantosas espantosas
Desde la entraña del miedo;
Sangre sangre sangre
Sangre
De inevitable abandono
Que en la certeza absoluta de párpados en ruina
Se va disolviendo a mares en las túrbidas miradas;
Carcinoma, imparable, que me inunda los sentidos
Y me arrastra sobre ciénagas de vértigo marchitas,
Vómito de alas negras
Henchidas de desconsuelo.
Así, cada metáfora
Se vuelve grito de auxilio
Alarma
Último eseose
Que perecen en mutismos vacíos, de cenizas y metralla
Y revientan revientan y revientan
En lo adentro de su pólvora mojada
Desenmascarando al cielo,
Triste farsa desvelada en la tristeza;
Y las pocas rimas que a duras penas asono,
Estridentes acordes de falsas melodías
Sobre un atril sin violines en la aurora,
Son tributo prematuro a los cadáveres
Que usureros me esperan desde nunca
En el límite filoso de la nada.
No, no!
No soy capaz!
-Qué más quisiera que sentir
El aleteo de un trino dentro el pecho-
Y quebrando los espejos que reflejan
Los perfiles retorcidos de la bruma
En frutos podridos en flor
-Lívido aroma asombrado-
Engullo angostas esquirlas
Que nacen de fanales macilentos
A golpe de ásperos relámpagos
Y se perderán irrelevantes
Bajo un murmullo de amnesias
Y eclipses de sol sin planetas.
(El polvo pierde su esencia
Sin el aura que lo mueva)
No!
Yo nunca he sido capaz
De asegurar las fronteras
Que debieran separar
Mi esencia de mis poemas.
Y cada verso y cada estrofa y cada sílaba aturdida
No son más que
Jirones de piel desollados
Por un vendaval perenne
De fuego en el perenne invierno;
Pedazos de corazón
Mordidos y remordidos
Que escupo en cloacas palpitantes
Para el deleite de ratas
Que asidas con sus garras a las sombras
Los roen espantosas espantosas
Desde la entraña del miedo;
Sangre sangre sangre
Sangre
De inevitable abandono
Que en la certeza absoluta de párpados en ruina
Se va disolviendo a mares en las túrbidas miradas;
Carcinoma, imparable, que me inunda los sentidos
Y me arrastra sobre ciénagas de vértigo marchitas,
Vómito de alas negras
Henchidas de desconsuelo.
Así, cada metáfora
Se vuelve grito de auxilio
Alarma
Último eseose
Que perecen en mutismos vacíos, de cenizas y metralla
Y revientan revientan y revientan
En lo adentro de su pólvora mojada
Desenmascarando al cielo,
Triste farsa desvelada en la tristeza;
Y las pocas rimas que a duras penas asono,
Estridentes acordes de falsas melodías
Sobre un atril sin violines en la aurora,
Son tributo prematuro a los cadáveres
Que usureros me esperan desde nunca
En el límite filoso de la nada.
No, no!
No soy capaz!
-Qué más quisiera que sentir
El aleteo de un trino dentro el pecho-
Y quebrando los espejos que reflejan
Los perfiles retorcidos de la bruma
En frutos podridos en flor
-Lívido aroma asombrado-
Engullo angostas esquirlas
Que nacen de fanales macilentos
A golpe de ásperos relámpagos
Y se perderán irrelevantes
Bajo un murmullo de amnesias
Y eclipses de sol sin planetas.
(El polvo pierde su esencia
Sin el aura que lo mueva)