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Orwell y el Sindicato de Obreros del Campo en Huelva

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POCAS perversiones tan nocivas hay como la del lenguaje. Al cabo el lenguaje -no sólo entendido en el ámbito de lo oral, sino en otros muchos como el de lo gestual- es la vía que nos permite comunicarnos y, si éste se corrompe, la comunicación termina bien pronto por viciarse ante los altares de la confusión y la falacia.

Tal perversión y muchas de sus posibles consecuencias fueron expresadas de forma magistral por Orwell en su obra tal vez más conocida -1984- y la sociedad totalitaria que en ella describe.

Así, en la visionaria novela del genial autor británico, el Ministerio del Amor tiene como funciones la aplicación de castigos y la tortura, el de la Paz se halla esencialmente dedicado a tratar de perpetuar la guerra, el de la Abundancia se ocupa del racionamiento de bienes para procurar que el pueblo viva permanentemente en el umbral de la subsistencia, y el de la Verdad de manipular las evidencias históricas para hacerlas coincidir con las mentiras oficiales. Y todo ello usando como instrumento un nuevo idioma, la neolengua, en la que se reduce y corrompe el léxico con fines represivos dirigidos a evitar que el pueblo pueda pensar por si mismo.

No dejan de ser causa de desasosiego para aquellos que aún hoy día tratamos de permitirnos el lujo de querer pensar con cierta autonomía, las muchas coincidencias existentes entre la sociedad actual y la descrita por Orwell más de seis décadas atrás. Y, entre tales coincidencias, la abrumadora perversión del lenguaje a la que asistimos-como, por ejemplo, que los ministerios gestores de los asuntos del ejército de gran parte de los estados del mundo se denominen "de Defensa"- y que a base de repetir hasta la saciedad las mismas mentiras, terminan por hacérnoslas ver como ciertas. Una perversión que, yendo ya mucho más allá que en el universo orweliano, ha dejado de ser patrimonio exclusivo de los aparatos del Estado para atravesar a casi toda la sociedad en su conjunto.

Así, José del Toro, líder en la provincia de Huelva del antaño, según dicen, combativo Sindicato de Obreros del Campo, se atavía a modo de fiel lacayo del Gran Hermano para alinearse con y servir a un capital que desde siempre se ha nutrido con gula tanto de la destrucción del medioambiente como de la explotación de los trabajadores. Y lo hace anunciando la próxima constitución en la provincia de una supuesta Plataforma en Defensa del Eucaliptal.

¿Defensa o guerra?, ¿convivencia pacífica entre el cultivo industrial del eucalipto y las especies forestales de nuestro monte mediterráneo, así como entre aquellos que viven de aquél o de éstas, o agresión sin medida contra el monte mediterráneo?, ¿verdad o manipulación?... Lo cierto -no las soflamas interesadas, egoístas, partidistas y falaces de del Toro- es que los fines de tal plataforma -que son casi exclusivamente los de ENCE y en ningún caso los de sus trabajadores- no son para nada defensivos y lo único que pretenden es dejar las manos aún más libres a la empresa para continuar perpetrando su aberrante e impúdica agresión contra las masas forestales autóctonas de la provincia y aquellos que han vivido o podrían vivir en el futuro de su aprovechamiento sostenible. Una agresión para la que ENCE, con el falso argumento de la defensa del empleo, ha terminado tomando subliminalmente como rehenes a los trabajadores que de un modo y otro viven del eucalipto, los cuales, atenazados por alguna especie de síndrome de Estocolmo y la pútrida verborrea de personajes como del Toro -que tras su máscara sindical no defienden otra cosa que no sean los intereses empresariales-, han terminado por creer ver la verdad donde no hay más que mentiras, prosperidad en unas prácticas que a no muy largo plazo no traerán más que miseria, y a un enemigo a batir en el monte mediterráneo y sus defensores, cuando lo que habría que procurar es la más que posible compatibilización entre el mantenimiento del alcornoque y la explotación del eucalipto. Algo que, si no se ésta produciendo, sólo puede obedecer a motivos -o (sin)razones- que alguien desea mantener ocultos. Quién sabe, quizá el Gran Hermano esté tratando de buscar falsos culpables para perpetrar sus oscuros y abominables "planes de futuro". O de sin futuro para muchos.

Así que, si Orwell escribiese ésta historia, no sería de extrañar que, en la misma, del Toro, como premio a los favores prestados, terminase ocupando un alto cargo en un nuevo ministerio en el que se refundirían los del Amor, la Paz, la Abundancia y la Verdad. Porque sus declaraciones acerca del tema de unos meses a esta parte, no destilan más que odio y agresividad, y sus postulados, asentados en la repetición compulsiva de la mentira, podrían terminar condenando a la miseria tanto a los trabajadores del corcho y el alcornoque, como a los del eucalipto y la pasta de papel. ¡Heil del Toro!