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No a la guerra (2017)
Nos han manipulado hasta que hemos escupido contra el viento los últimos restos de razón y criterio propio. Nos han metido en la cabeza que la posesión de armas químicas es un crimen monstruoso, en tanto que disponer de arsenales nucleares con potencial para destruir varias veces el mundo es un acto de responsabilidad, una sofisticada medida disuasoria para evitar posibles conflictos bélicos. Y la supuesta existencia de armas químicas -de destrucción masiva las llamaron en Iraq- es utilizada como coartada, muy a menudo falsa, para reducir a ruinas países enteros, para asesinar impunemente a cientos de miles de seres humanos. Todo sea por eso que llaman democratización y liberación de los pueblos y no es otra cosa que rapiña. Nos han hecho pensar que quitar la vida a un grupo de personas usando gas sarín es propio de bárbaros, en tanto que no lo es tanto y puede estar hasta justificado hacerlo utilizando misiles Tomahawk. Como en la obra más renombrada de Orwell se retuerce el lenguaje -"La guerra es la paz; libertad es la esclavitud; ignorancia es fuerza".- para denominar de Defensa a ministerios cuyo objetivo último y casi único es aniquilar y asesinar algún día a pueblos hermanos para tratar de satisfacer los estómagos insaciables de cuatro alimañas que llevan la palabra "codicia" tatuada en el capó de sus vehículos blindados. Y nos venden alianzas militares de ámbito internacional como instrumentos destinados a protegernos cuando a lo único que sirven es a los intereses económicos del Imperio y sus capos, a costa de los pueblos de aquí y de allá. Y las compramos sin derecho a devolución. OTAN no. No a las armas. A todas las armas. No a los ejércitos y a los criminales que los dirigen. No a la guerra.