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Los cánticos robados

campamento
Quisiera yo cantarle dulcemente

A un pueblo alzado a orillas del océano;

Sus calles encaladas, sus chiquillos

Jugando al escondite o la rayuela;

Su luz, puestas de sol, su luna llena

En cópula agitada con las olas;

Y a esa fragancia tierna a pan cociéndose

Naciendo cada nueva madrugada.

Pero he sido parido en el exilio

Sin pueblo, luna, mar, juegos ni patria.

Quisiera yo cantarle a un dios antiguo

Clemente, generoso e inmediato,

Velando afectuoso por sus hijos;

Donándoles la gracia del maná,

Veneros cristalinos y el prodigio

De ver multiplicarse, por su esfuerzo,

Los panes y los peces sin que nadie

Perpetre la ignominia de robárselos.

Pero he nacido huérfano de credos

En medio de un desierto sin confines

Plagado de demonios y alimañas.

Quisiera yo cantarle a la concordia,

La paz y la hermandad entre los hombres,

Unidos codo a codo como iguales,

Luchando contra el hambre y la miseria,

Venciendo a inquisidores, usureros,

Tiranos, criminales y verdugos,

Uncidos de utopías y esperanza.

Pero he visto la sangre derramada,

Las vísceras, el pan y hasta el aliento

De aquellos a los que yo tanto amaba,

Y no soy más que un hijo de la ira,

A quien sólo han dejado por anhelo

El odio, la batalla y la venganza.

Quisiera ser no más que un ser humano,

Y no alimaña atroz contra alimañas.