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La Utopía y la corralera

susiSusana Díaz, por su desaforada prepotencia y sus pocas tablas y luces políticas -que no es oro todo lo que reluce- ha metido la pata hasta el corvejón. Y la ha metido en más de una ocasión en un corto espacio de tiempo y en relación al mismo asunto: la Utopía -y es que en el vocabulario pacato de esta buena moza no debe figurar tal palabra. Porque Susana Díaz, toda glamour provinciano, ha acusado a miembros del Gobierno que ella misma preside de haber prevaricado por haber llevado a cabo el realojo transitorio de los vecinos de la corrala la Utopía con un escrupuloso respeto a la normativa vigente y en cumplimiento de una resolución judicial. Y por una cuestión de humanidad, oiga. Y posteriormente, en un acto de estupidez y soberbia supinas, ha firmado un Decreto -recién publicado esta mañana poniendo punto final a una barrabasada chapucera ideada con premeditación, nocturnidad, alevosía- retirando las competencias en materia de vivienda a la Consejería de Fomento y Vivienda.

Así, esta Presidenta que no merecen sufrir los andaluces, ha metido la pata y después no ha querido sacarla. Y mira que hubiese sido bien fácil. Habría bastado con emular a nuestro tan campechano y simpático monarca -con el cual le faltó tiempo para fotografiarse como uno de los pasos a dar en su más que evidente ansiado salto a arenas políticas más elevadas- y haber dicho simplemente "lo siento mucho, me he equivocado, no volverá a ocurrir". Pero algo así en Susana Díaz es impensable. Porque puede aparentar ser casi tan campechana y simpática como el Rey de España, pero, a arrogancia, no le gana ni el más soberbio de todos los Borbones.

En el PSOE, donde la de momento Presidenta del Consejo de Gobierno de la Junta de Andalucía se ha encargado de ir defenestrando a todos aquellos que pudieran hacerle sombra de algún modo, más de uno se debe estar frotando las manos y celebrando el estrepitoso fracaso de la boutade de Susana y su necio y esperpéntico sostenella y no enmendalla.

Susanita tiene un marrón. Y no es nada chiquitín.