Hipocresías
ESCUCHO las noticias en la SER. Están dando información acerca de los últimos acontecimientos acaecidos en los territorios de la subyugada República Democrática Saharaui. "Acontecimiento -pienso, anonadado-, qué hipócrita eufemismo para dar nombre al asesinato y la masacre". De súbito, tras la pared, en la casa vecina, unos gritos atraen mi atención. Luego golpes, gemidos de dolor, un sordo rumor de sangre. Debería llamar a la policía. Pero no, carezco de pruebas. Si se tratase de ese rumano, siempre tan educado y amable, del bloque de enfrente no tendría dudas. Pero Andrés, no; Andrés es mi vecino. Además, si se enterase de algún modo de que he sido yo el denunciante, podría, si quisiese, hacerme la vida imposible. No sé, elevar el volumen de la música a altas horas, dejar inmundicias en mi puerta. Y ni dios sabe lo que podría ocurrir si coincidiésemos una mañana en el ascensor o en el garaje. Más y más gritos, nuevos golpes, un llanto ahogado. No, no puedo estar seguro. Mejor apostarme tras la ventana para vigilar a Mihai. Sí, creo recordar que así se llama el rumano.