Geometrías
Vivo hace siglos mis postreros estertores entre la ceniza macilenta y sin rescoldo que habita el confín más profundo del negro abismo sin fondo de un triángulo de cuatro lados. Pero siempre, sin límites, en lo más afuera de una nada confusa y sin aroma, en la que se difuminan los fragmentos rotos, sin tangente ni espera, del ángulo más cerrado, entre los que no soy más que un reflejo opaco, estático y desabrido, repelido violento por la furia deforme de trece espejos de hielo y coágulos resecos. Y mi lado –yo mismo lado sin contacto- se transmuta en frontera lívida que quiebra los últimos añicos de las más inciertas certidumbres que entretejieran de marañas los dedos filosos de la noche cuando aún subsistían mis sueños póstumos sobre las alas de un ángel reverente. Y me encierro en la densidad viscosa de un vacío, que se nutre del vértigo de ceguera y espirales de mi boca cerrando y cerrando círculos, ávido por masticar el polvo que desprenden los más amargos cristales de la hora nona y sus punzadas de venero sediento. Un trapecio sin red ni servicio de emergencias, y con un rictus grotesco en el rostro que recuerda el pavoroso pataleo de los ahorcados cuando callan las alarmas vencidas, se divisa desde un horizonte de nieblas y latidos que amalgaman en torno a mis pupilas un rumor descerrajado de patíbulos y nauseas. Y un eco, como de bandada de patos enfermos, engulle los definitivos estruendos del silencio, opaco; como corazones. El trébol de lo imposible se me hace polvo entre las manos, borrando las líneas, sin escalas, desde las que, atrapadas en la superficie evanescente del más oscuro de los crepúsculos, vuelan mariposas negras, en formación de combate y perfectamente uniformadas, a la espera de la orden que una vez más las conmine a la ignominiosa retirada.
Puafff, Rafa. Anímate un poco. Que nos dejas hechos una mierda.
UN ABRAZO
PACO HUELVA