Tras la muerte de Castro, se ha desatado en el Reino Ibexistaní de Espatraña, y de qué modo, esa estulticia colectiva que, durante tantas, demasiadas, décadas ya, llevan "cultivando" los caballos de Atila del Régimen. Y muchos de los que se quejaban del intolerable trato post mortem dado a Barberá, han venido a hacer lo propio con el Comandante. Debo reconocer que tal cosa me la resbala. Allá cada cual con su urbanidad y su conciencia. Como me la resbala que unos opinen que era un revolucionario, otros que un dictador y otros que un maldito gallego como nuestro ultraderechista caudillo patrio de ahora. Puede que todos tengan parte de razón y que ninguno la tenga toda. Salvo en lo de maldito gallego (es broma).
Pero lo que me parece nauseabundo e intolerable es que, amén de los cuatro fascistas de siempre bien perfumados para enmascarar su sempiterna halitosis, una miríada de tontos de baba hasta las heces vengan a comparar a Fidel, con sus defectos y virtudes, que de todo tuvo, con el genocida Francisco Franco Bahamonde. Porque Fidel, aparte de su ascendencia gallega, muy poco ha tenido que ver con nuestro macabro monstruo.
Fidel. Igual la Revolución no le salió todo lo bien que quiso. Igual hasta le salió mal. O muy mal. Por las circunstancias o porque terminó viciándose la limpieza que sin duda lo guiaba al principio (y con esto que digo no estoy afirmando nada, sólo exponiendo posibles opciones). Pero lo intentó.
Hace unos años estuve en Cuba. No de turismo. No. Conviviendo con el pueblo cubano. Comiendo con las cubanas y los cubanos. Riendo, sufriendo con ellos. Sí, estuve. Y tengo que reconocer que me decepcionó. Porque esperaba más, mucho más. Es lo que sucede cuando te han puesto el listón muy alto. Luego, con el tiempo, tras digerir aquel impacto inicial, y ya en la distancia, desde Espatraña, es cuando comencé a ver realmente Cuba. Y cuando volví a dar valor a la figura de Fidel. El Fidel revolucionario, el que, con más o menos resultados, y luchando contra fuerzas muy poderosas y protervas, lo intentó. El que, junto a flagrantes fracasos, obtuvo grandes logros. Nada que ver con Franco.
Franco sembró una semilla podrida en un vergel y nos obligó a los españoles a lidiar durante décadas con una nociva cosecha de grises. Un yermo. Nada aprovechable. Fidel sembró una semilla sana en un yermo y los cubanos obtuvieron una cosecha diversa. Tenebrosas sombras, sí. Malas hierbas que de cara al futuro habría que ir erradicando. Pero también numerosas luces de un brillo nunca antes visto. Unas luces que iluminaron y siguen iluminando los lugares por los que habría que ir abriendo caminos hacia un mundo mejor y más justo. Sí, luces de un brillo sin parangón alguno. Pese a las sombras grises de las alas de las bandadas de auras autóctonas y venidas de fuera que se ciernen sin cesar sobre la más hermosa isla del Caribe tratando de ocultarlas.
Así que, si no es para seguir su ejemplo en lo mucho bueno que nos legó, dejemos en paz a Fidel, que acaba de morir, y arremetamos de una jodida vez todos a una contra nuestros batistas patrios, esos a los que el Dictador, el otro gallego, el infausto gallego, el monstruo sanguinario y asesino se lo dejó todo atado y bien atado y no dejan de jodernos la vida. ¡Viva el pueblo cubano! ¡Viva la Revolución! ¡Al carajo Espatraña! ¡Vivan los pueblos de España!