Fatídico acoso
Me resultó difícil de creer, pero aquella mujer me estaba siguiendo. Tras tanto tiempo estudiando a escondidas cada una de las infalibles tácticas de seducción con las que, cual mantis religiosa, conquista a sus víctimas, estaba firmemente convencido de que nunca lograría atraerme a sus brazos. Pero anoche todo fue distinto. Su aliento frío de lúgubre acero en mi cogote me advirtió de su presencia. Caminando entre la bruma, confundidos con los latidos de mi corazón desbocado por el miedo, pude sentir sus pasos, callados y certeros, cada vez más cerca. Logré darle esquinazo a la salida del metro, pero ahora sé que me busca. Y que no tardará mucho en encontrarme.
¡Aliento frío de lúgubre acero! Mortal de necesidad.
Buen día. PAQUITA