Estupidez +IVA general
Definitivamente, ya apenas me queda humor para soportar con calma y en silencio a aquellos que repiten como papagayos que toda esta horda de corruptos de altos vuelos y baja estofa que están desangrando a España no son otra cosa que el reflejo de un pueblo asimismo corrupto. "Que mira tú que aquí todo aquel que puede elegir entre pagar o no el IVA, acaba defraudando a la Hacienda Pública" -dicen; y se quedan tan anchos como panchos.
Julia, 74 años, gran dependiente -que, pese a tener la correspondiente prestación aprobada hace ya más de un año, probablemente acabará muriéndose sin percibir un sólo céntimo de euro por tal concepto- y con un hijo, parado de larga duración y mayor de 26 años sin ingreso alguno, a su cargo, vive de una miserable pensión de viudedad de poco más de 600 euros mensuales. Con tan exigua renta, casi huelga decirlo, tiene que hacer frente al pago de las facturas del gas, el agua, la electricidad y el teléfono, al nauseabundo copago farmacéutico, las cuotas de la comunidad, el IBI y un largo etcétera; y además satisfacer esa pésima costumbre que tienen los pensionistas y sus hijos parados de larga duración de comer todos los días. Y tres veces; a ser posible.
Pero Julia, que siempre ha sido un portento economizando recursos, se las arregla para más mal que bien llegar a fin de mes casi todos los meses. Pero hete aquí que hace unas semanas a Julia le reventaron las tuberías del agua potable. Y el precio de la reparación -sólo lo indispensable- terminó ascendiendo a 2000 eurazos de vellón -que Julia tuvo que pedir "prestados". "Señora, con el IVA, si es que usted quiere que le hagamos factura, son 200 euros más, el 10 %" -le dijo el fontanero. Así que Julia, sin dejar de tener presente el mangoneo de cuello blanco generalizado del que adolece nuestra tan cristiana y una y grande y libre España, y atendiendo a que con esos 200 euros, no más, logra satisfacer durante aproximadamente un mes esa pésima costumbre anteriormente mencionada, decidió que el IVA -ese IVA que nuestro maravilloso Estado democrático, en lugar de dedicarlo a establecer pensiones y otras prestaciones dignas, ofrece en sacrificio para aplacar la gula insaciable de los demonios del mercado- lo iba a pagar Rita la Cantaora. ¿Tiene por ello Julia algo en común con los poseedores de cuentas millonarias en paraísos fiscales o los que cobran sustanciosos sobresueldos en negro o abultadas comisiones ilícitas por traficar con sus influencias? No. ¿Hay algo que se pueda o deba reprochar a Julia por haber tomado semejante decisión? Menos aún. Aplaudan a Julia, que lo suyo sí que es patriotismo.
Y, como Julia, en situación tan injusta y precaria, ¡hay tantas personas en España!; 6 millones de parados, varios millones de pensionistas y un elevadísimo porcentaje de trabajadores que, explotados por un empresariado de corte feudal, han de subsistir con salarios miserables.
Así que al próximo descerebrado gilipollas que tenga la poco acertada ocurrencia de hacer en mi presencia el dichoso comentario del IVA -y no es una amenaza, es una promesa- le pienso hacer un aterrador escrache en forma de patada en el escroto. Y con IVA. Al 21 %.
Julia, 74 años, gran dependiente -que, pese a tener la correspondiente prestación aprobada hace ya más de un año, probablemente acabará muriéndose sin percibir un sólo céntimo de euro por tal concepto- y con un hijo, parado de larga duración y mayor de 26 años sin ingreso alguno, a su cargo, vive de una miserable pensión de viudedad de poco más de 600 euros mensuales. Con tan exigua renta, casi huelga decirlo, tiene que hacer frente al pago de las facturas del gas, el agua, la electricidad y el teléfono, al nauseabundo copago farmacéutico, las cuotas de la comunidad, el IBI y un largo etcétera; y además satisfacer esa pésima costumbre que tienen los pensionistas y sus hijos parados de larga duración de comer todos los días. Y tres veces; a ser posible.
Pero Julia, que siempre ha sido un portento economizando recursos, se las arregla para más mal que bien llegar a fin de mes casi todos los meses. Pero hete aquí que hace unas semanas a Julia le reventaron las tuberías del agua potable. Y el precio de la reparación -sólo lo indispensable- terminó ascendiendo a 2000 eurazos de vellón -que Julia tuvo que pedir "prestados". "Señora, con el IVA, si es que usted quiere que le hagamos factura, son 200 euros más, el 10 %" -le dijo el fontanero. Así que Julia, sin dejar de tener presente el mangoneo de cuello blanco generalizado del que adolece nuestra tan cristiana y una y grande y libre España, y atendiendo a que con esos 200 euros, no más, logra satisfacer durante aproximadamente un mes esa pésima costumbre anteriormente mencionada, decidió que el IVA -ese IVA que nuestro maravilloso Estado democrático, en lugar de dedicarlo a establecer pensiones y otras prestaciones dignas, ofrece en sacrificio para aplacar la gula insaciable de los demonios del mercado- lo iba a pagar Rita la Cantaora. ¿Tiene por ello Julia algo en común con los poseedores de cuentas millonarias en paraísos fiscales o los que cobran sustanciosos sobresueldos en negro o abultadas comisiones ilícitas por traficar con sus influencias? No. ¿Hay algo que se pueda o deba reprochar a Julia por haber tomado semejante decisión? Menos aún. Aplaudan a Julia, que lo suyo sí que es patriotismo.
Y, como Julia, en situación tan injusta y precaria, ¡hay tantas personas en España!; 6 millones de parados, varios millones de pensionistas y un elevadísimo porcentaje de trabajadores que, explotados por un empresariado de corte feudal, han de subsistir con salarios miserables.
Así que al próximo descerebrado gilipollas que tenga la poco acertada ocurrencia de hacer en mi presencia el dichoso comentario del IVA -y no es una amenaza, es una promesa- le pienso hacer un aterrador escrache en forma de patada en el escroto. Y con IVA. Al 21 %.
Relato real