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El edicto

Cuando, enviados a la tierra por el altísimo, conocieron los Grigori a las hijas de los hombres, quedaron tan subyugados por su belleza, que, despreciando la vida eterna, ya nunca más quisieron volver a los cielos. Entonces, para tratar de evitar que se viese cuestionado su poder, así como la presunta perfección de su reino celestial, dios decidió emitir un edicto por el cuál los desterraba a un infierno que nunca había tenido la previsión de crear. Y dios, en aquel tiempo, convencido de haber completado su obra, ya se encontraba descansando. Y, para las cosas de la siesta, lo cierto es que era muy suyo. Tanto, que nunca llegó a despertar del todo, y sólo, de vez en cuando, se paseaba sonámbulo, por encima de las nubes, farfullando incongruencias y emitiendo edictos sin sentido. Pero, como es bien sabido, las leyendas celestiales, alimentadas por charlatanes y falsos profetas, terminan por sobrevivir a sus héroes y villanos, y hasta al sueño de los dioses, llegando, en ocasiones, a confundirse con la realidad. Y así, poco a poco, el infierno fue creciendo en el interior de los descendientes de los Grigori, y poblando la tierra de demonios.