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Cierra los ojos

Con el ansia de una alimaña
Devoré los insectos del crepúsculo
Y me indigesté de insomnio.

(Ando mirando las huellas perdidas
Mientras perecen los sueños desdeñados
Sobre un horizonte sin matices)


No mires mis ramas retorcidas
Como pútridas raíces
Ávidas por hundirse profundas
En el sucio albañal de una noche
Desterrada de memoria
Y poblada por las ratas.

No mis manos
Ajenas a la quiromancia y al tacto
Agitando sus estertores de vinagre agriado.

No mis alas de pez enredado
Buscando picar el anzuelo de las olas
Con las cuencas llenas de vacío
(El mar, témpano de otoño, sentencia)

No mis nauseas de mariposa
Brillando el reflejo de un canto de grillos
En el salón de los ecos de ceniza.
(Suena un vals macilento)

No mires, no!
Mis pies, heridos de mercurio
Y cristales, atados al lazo sacramental
De unos dioses sin Historia.
(Se han marchitado las plegarias)

No la hoguera y las capuchas
Mancillando el aquelarre,
El más dulce aquelarre,
Del bosque de los gemidos en flor.

No mi poema inacabado
Incorregible
Incomprensible
Fraudulento
Destilando jirones de piel ácida y latente.

No mis entrañas calcinadas
Al sol de esta noche de bocas resecas
Y sudor abandonado
Sobre el aire gélido de la alcoba azul.

No cuentes los años
Los meses, las horas que faltan
Que sobran
Pues te sobrarían números y lunas
Y hasta las pequeñas agujas del tictac.

Cuéntame mejor un cuento
Un breve cuento de hadas
Para que mi fantasma duerma.

Y entonces
Destierra el néctar vigoroso
Que vertí como veneno
Sobre tus venas blancas.

Y mira, sí!
Esta vez
Mira de frente al miedo
Cara a cara
Al fin estará desnudo
Completamente desnudo
Para ti
Sólo para ti
Dispuesto a inmolarse
A ser la ofrenda macabra
Sobre un altar de arena y fuego
Que aplaque la angustia de la lila.

Mira, mira!
¿No me ves ya todo cenizas?
Cierra los ojos…
Y sopla.