Lágrimas rojas
La niña polaca se sienta a la mesa y enciende la tele. Aparta el libro de cono. Remueve en el tazón las fresas con leche y azúcar. Acerca la cuchara a su boca expectante. Súper Mario nunca se afeita el bigote. Novita derrota a Gigante. El sabor dulce y jugoso acaricia su paladar, resbala por el tobogán del gusto. La madre polaca observa en silencio, tocando su anillo de ámbar. Ahora echa de menos el zumo de frambuesa en la cerveza, la melodía cortada que tañe la iglesia, esa luz pétrea. La niña mastica la tierra. Varsovia está bendecida de frío, y nunca llueve en domingo. La niña come los frutos. Después se lava los dientes y escupe el oro rojo de la saliva. Carga el álbum de pegatinas en la mochila. Abre la puerta, se abraza a la madre, que ya siente el río Vístula desbordado en sus ojos.