La tregua al revés

Mete ochocientos kilos de explosivos en un párking y cuenta luego a Cacuito que no querías matar, sólo destruir infraestructura, jugar a los sustitos, como los niños que se esconden detrás de la puerta e irrumpen gritando: “¡Uh!”. Mete fuego a dos vidas y cuenta a sus familias violadas que el chiste se te fue de las manos, que a medida que lo contabas se diluía en tu memoria ese desenlace tan hilarante, aquél que triunfa en los retretes de todas las fiestas, y que finalmente lo improvisaste. Pero el chiste, ahora lo lamentas, te salió muy malo. Mete terror al ciudadano y cuenta que la culpa la tiene el gobierno, el mundo entero, que no te escucha, que ha propiciado esta situación, que no es democrático, que no ordenó el alto al fuego, que te tortura en las cárceles y en los juicios. Mete más crueldad a tu cuento y cuenta que yo no debo indignarme.