Sueños
Hoy he despertado con una extraña sensación similar a la resaca, pero anoche no bebí como para tanto. No sé si será que en estos días ando un poco enfermo o que, durante toda la noche, apenas he dejado de soñarme a tu lado. Y, claro, al despertar he sentido que me faltabas. Lo primero que he hecho al levantarme ha sido asomarme a mi ventana. Por ver si estabas. Pero debes seguir durmiendo; espero que sobre el lecho de un dulce sueño.
Anoche, casi no podía pensar en otra cosa, mi mayor deseo era subir las escaleras contigo, de dos en tres peldaños. Y quedarme. Tras despedirme de ti, cuando me di la vuelta y me mirabas desde la puerta, estuve a punto de volver sobre mis pasos para meterme en tus ojos y abrazarte desde dentro, y, más tarde, cuando me alejaba conduciendo sin sentido y con la carencia brotando en las manos, quise llamarte y decirte que no te fueses a dormir todavía, que me esperases para compartir las estrellas que tratan de robarnos cada noche tras los humos y las luces anaranjadas de la ciudad vacía. Pero no hubiera podido quedarme hasta el alba, como era mi deseo. Después te soñé. Y me soñé despertando junto al mar en tu regazo, y que en ese instante por la radio, creo que era en la SER, anunciaban la inminencia del fin del Mundo. Pero no ha sido más que un sueño que nos arrebató el crepúsculo.
Anoche, casi no podía pensar en otra cosa, mi mayor deseo era subir las escaleras contigo, de dos en tres peldaños. Y quedarme. Tras despedirme de ti, cuando me di la vuelta y me mirabas desde la puerta, estuve a punto de volver sobre mis pasos para meterme en tus ojos y abrazarte desde dentro, y, más tarde, cuando me alejaba conduciendo sin sentido y con la carencia brotando en las manos, quise llamarte y decirte que no te fueses a dormir todavía, que me esperases para compartir las estrellas que tratan de robarnos cada noche tras los humos y las luces anaranjadas de la ciudad vacía. Pero no hubiera podido quedarme hasta el alba, como era mi deseo. Después te soñé. Y me soñé despertando junto al mar en tu regazo, y que en ese instante por la radio, creo que era en la SER, anunciaban la inminencia del fin del Mundo. Pero no ha sido más que un sueño que nos arrebató el crepúsculo.
Gustavo Adolfo Bécquer trasladado al siglo veintiuno y la Huelva de las luces anaranjadas y los humos. Me parece un relato corto, pero emocionante. Bravo