¿Qué estamos enseñando a los niños?
Pero ayer, sábado en la mañana, asistí a un partido de infantiles, niños y niñas de 12 y 13 años que, a estas edades, están recién iniciando su formación como deportistas y, lo que es mucho más importante, como personas.
Fue un partido sin historia, con un equipo netamente superior y que al final del encuentro había vencido por más de 20 puntos. Pero mucho de lo que contemplé me dejó completamente perplejo.
En uno de los equipos, su entrenadora arengaba a las niñas con consignas que me recordaron a las que durante el servicio militar nos perpetraba el cabo primero Bueno –al cual nunca le vi hacer honor a su apellido-, y les exigía poco menos que machacar al contrario. Aquello no era un juego destinado a la diversión y a hacer amigos, aquello era la expresión de la teoría de Darwin, aplicada al deporte y a la vida, en la que solo subsiste el más fuerte a base de humillar y aniquilar al prójimo, aunque sólo fuese en el ámbito deportivo.
Con estos mimbres, como podrán imaginar, al final del partido, a las niñas de uno de los equipos les había crecido un mal humor inenarrable, llegando algunas de ellas a patear lo primero que se les ponía a tiro, llorando a lágrima viva y profiriendo un sin fin de gritos de rencor y desconsuelo. Las otras –bueno, en realidad otras y otros, pues, por estas cosas de la gran promoción que del deporte hacen los poderes públicos, para lograr formar algunos equipos en Huelva, éstos han de ser mixtos- bromeaban, reían y destilaban una felicidad propia de la mañana de Reyes.
Y ustedes dirán: “pues bueno, esto tampoco tiene nada de extraordinario”. Pero si hubo algo, si no extraordinario, paradójico. Y es que las niñas que estaban de mal humor no eran otras que las que habían intentado, sin conseguirlo a pesar de ganar por tanta diferencia, machacar al contrario. Algo que, por otra parte, se me antoja como algo que debe suceder con demasiada frecuencia.
En el equipo que venció hay una jugadora con unos fundamentos y una presencia física notables. Probablemente, con las enseñanzas que está recibiendo de su entrenadora, que se dejan notar, entre otras cosas, en que se auto-valora en demasía, terminará por desaprovecharlos a nivel deportivo. Pero eso es lo de menos, lo peor es que, si a estas edades se les inculca a unos niños en plena formación ese modo de ver las cosas, esa competitividad sobre todas las cosas, por encima de los amigos y los afectos positivos, el día de mañana puede que valgan bien poco como seres humanos.
Sólo ya, para terminar, agradecer a las dos entrenadoras del equipo en el que juega mi hijo, el hecho de que, me temo que siendo la excepción, siempre valoren por encima de la victoria, la diversión, y antes que la competitividad, la cooperación y el hacer buenos amigos.
Qué buena columna Rafael.