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La destrucción de Orión

Nunca pensé, mi querido Carlos –permite que me apropie una última vez de ti con mi cariño, aunque, como siempre, sea sólo en mi imaginación desbordada de deseos insatisfechos-, que llegaría a escribir algún día algo parecido a esto. Al fin y al cabo, tú lo sabes bien, yo siempre traté de protegerte, aunque en vista de los acontecimientos, o más bien ante su palpable inexistencia, resulta más que evidente mi fracaso en éste, como en tantos otros aspectos en los que en algún momento y de algún modo pudimos llegar a estar relacionados.

Pero, como de un tiempo a esta parte, percibo –y espero no estar de nuevo equivocándome- que te has ido transformando en una especie de dura e infranqueable roca insensible a cualquiera de mis sentimientos, así como a mis constantes y ahogados gritos de desesperanzado auxilio, no creo que ya pueda alcanzar a afectarte lo más mínimo. Supongo que, por lo tanto, podrás comprender, sin el menor desasosiego, que te diga que nunca nada en mi vida me ha llegado a producir un dolor tan agudo y persistente como el que en los últimos meses me han provocado tu silencio y tu indiferencia.

¿Tanto daño te he causado para merecer tan severa condena? Supongo que ha debido ser así, aunque la confusión en la que me ha sumido esta amargura, hace que ya no pueda estar segura de nada. En cualquier caso, no se te escapará que mi pecado no ha sido otro que el quererte inevitablemente con todo mi corazón, además de con toda mi alma. Tal vez esto no pueda ser suficiente para considerarse como un eximente a tener en cuenta, pero, probablemente, yo no te habría juzgado con tanta dureza y habría terminado por imponerte una penitencia mucho más benevolente, si no por absolverte por completo. Esa, ahora que lo pienso, ha debido ser la gran diferencia que ha terminado por hacernos dos seres incompatibles. Tú siempre fuiste el valiente y el fuerte, en tanto que yo, en ningún momento he podido desembarazarme de mi debilidad y mi cobardía. Puede que ésta haya sido la verdadera causa de este extrañamiento, y que tú, realmente, ni siquiera hayas llegado a tener la tentación de juzgarme. Deben ser cosas de ese destino en el que siempre creíste y ante el que yo nunca puede ocultar mi escepticismo. Por eso no me deja de resultar paradójico que fuese yo quién te tratase siempre de enseñar que, detrás de la luz de las estrellas, podía haber realidades inimaginables y que esa luz podía ser el camino que nos condujese hasta ellas. Y creo que en algunos momentos hasta llegué a convencerte. A veces, hasta pienso que, cuando perdiste la fe en mí, hubo breves periodos en los que estuve a punto de recuperar algunos de los pasos perdidos que llegamos a dar juntos. ¿Sabes?, Carlos, lo he intentado con todas mis fuerzas, a tientas, enterrada hasta el cuello en la más tenebrosa de las ciénagas, cegada por la ansiedad, la desesperanza y el miedo… Es posible que esos arañazos ciegos que he estado dando en el aire, tratando de asirme a una última posibilidad con las uñas ya gastadas y los dedos en carne viva, hayan sido la causa de que definitivamente nos hayamos visto abocados a esta situación, aunque sea bien diferente para cada uno de nosotros, y que la responsabilidad de tanto despropósito, por lo tanto, sea tan sólo mía.

Pero ya estoy cansada, muy cansada, y hoy he terminado de perder mi último hálito de fe, sumiéndome en esta rendición amarga e ignominiosa.

Ya lo único que espero, aunque sin el menor convencimiento de que algo así pueda llegar a suceder algún día, es que, si en algún momento llegases a necesitarme de alguna manera, puedas saber cómo y dónde encontrarme, aunque yo para entonces pudiera estar absolutamente perdida.

Nada más me queda por decirte; sólo, una vez más, que lo lamento y que, porque pienso que tal vez de algún modo podría llegar a hacerte feliz, algún día me gustaría lograr transformar en dulce melancolía esta inconmensurable tristeza que hoy me producen la añoranza y tu recuerdo en esta lejanía insalvable.

Desde la desesperanza,

tuya siempre

María.
archivado en:
anonimoo
anonimoo dice:
13/07/2006 00:16

FELICIDADES MES HAS ECHO SENTIR EN MIS ADENTRO DE OTRO MODO.HAS PENETRADO EN EL INTERIOR DE MI ALMA

UN BESO

ANÒNIMOO

rafa leon
rafa leon dice:
13/07/2006 01:29

Gracias por tu comentario, amiga. Me alegra que te haya hecho sentir, aunque sea, en este caso, un sentimiento de tristeza. Pero mejor eso que ser insensible.



Te echaba de menos, hacía tiempo que no te pasabas por mis delirios.



Un abrazo

Rafa