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Eran las cinco de la tarde

Si el toreo es cultura, el canibalismo es gastronomía.
Manuel Vicent


En cierto modo, su bestialismo se hallaba sublimado, pero era innegable. Se consideraba, sin reparo alguno, un gran amante de los toros. Tanto, que de ningún modo se permitía desaprovechar una sola ocasión de acudir a su orgiástica cita con los clarines y el albero. Hasta que una tarde, habiendo logrado su sueño de poder contemplar la lidia desde la barrera de sombra, fue salpicado por la sangre, tibia e inocente, de “Condenado”, un negro meano, llorón, enmorrillado y veleto de 525 kilos de peso, criado en las dehesas de Extremadura; y se sintió inundado por una de las mayores virtudes que ha de poseer cualquier ser humano que aspire a serlo y se pretenda sabio, culto y sensible: la duda. Y, tras una apesadumbrada reflexión, comprendió, horrorizado, que nunca el amor puede estar basado en el maltrato. Jamás regresó a los tendidos.
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manuel rubiales
manuel rubiales dice:
15/09/2006 10:37

Has escrito un texto redondo compañero, breve, incisivo, contundente y reflexivo. Como aún tengo confianza en el alma humana, espero que tu historia sea la de muchas personas que, tras ser testigos de este tipo de salvajadas, le den la vuelta a sus pasiones y a sus gustos y acaben considerando que las mejores corridas no se producen en los ruedos.

Vino y besos.