Usted está aquí: Inicio / Las alas del lobo / Blog / El niño que vino sin pan bajo el brazo (1)

El niño que vino sin pan bajo el brazo (1)

Había una vez, en medio de un exótico país asolado por la miseria, un lujoso complejo hotelero-turístico llamado "Opulencia". Una calurosa mañana de verano, llegó al lugar con sus padres Rafaelito. Rafaelito era un niño obeso de siete años al que no le gustaba estar gordo, pero que se había acostumbrado a comer de manera compulsiva para no ser continuamente regañado. Aquel lugar le resultó maravilloso, pleno de luz, colorido, comodidades y abundancia. ¡Qué felices deben ser aquí los niños!, pensaba mientras se esforzaba por imaginar sus juegos y risas en el poblado, cercano y a la vez tan lejano, que divisaba desde su habitación. Pero aquel poblado, llamado "Famelia", en realidad era miserable y sombrío. Contaban los "famélicos" que la última vez que se escuchó la risa de un niño fue poco antes de que una multinacional de la agro-biotecnología arrebatara a los campesinos sus tierras. Desde entonces toda la cosecha se exportaba para alimentar el ganado del que se nutría la industria de la comida basura con la que engordaban muchos niños como Rafaelito.

En "Famelia", en una casa sucia y gris, vivía Pedrito. Pedrito había nacido cinco años antes, y en el camino desde París había perdido el pan que debería haber traído bajo el brazo. En su lugar unos hermosos ojos negros y el silencio. Nunca pronunció palabra, y sus escasas fuerzas, fruto amargo del hambre crónica que arrastraba desde el momento de nacer, no le permitieron tan siquiera llorar en su mísera cuna. Con cuatro años, cuando aún no había podido reunir las suficientes fuerzas para dar su primer paso, la miseria y la desnutrición terminaron de nublarle aquellos hermosos ojos negros y la ceguera le ocultó para siempre la luz del sol. Su madre, que nunca lo había escuchado quejarse, ni siquiera se atrevió a derramar una lágrima, por respeto a su silencio amargo.

Una tarde, mientras Rafaelito se atiborraba de dulces y retozaba en la piscina, Pedrito, casi acostumbrado ya a no comer, sintió un hambre como nunca antes había sentido. Era su cumpleaños, pero en lugar de tarta y cinco velas, orinó en la tierra y tragó el barro. Por primera vez en su vida esbozó una sonrisa, y satisfecho se durmió. Poco después, una dulce muerte lo liberó de aquel martirio. No llegó a despertar y se fue tal y como había venido al mundo, en silencio, sin una queja.

Murió de hambre, sin haber tenido fuerzas para siquiera intentar buscar el pan que creía haber perdido en el camino, pero que en realidad le había sido robado. Rafaelito nunca supo de la desgracia de Pedrito. De haberla conocido, probablemente sus lágrimas habrían llegado al mar cercano, y se habría negado a comer durante mucho tiempo, y tal vez también habría muerto de rabia, impotencia o tristeza. Pero siguió pensando en que en aquel poblado vivían niños sanos y alegres, y fue feliz y comió perdices. Y colorín colorado.

Por desgracia, esta historia no es un cuento triste más. Pedrito no es un personaje de ficción, ha existido y ha muerto. Hay, según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), 6 millones de "Pedritos" que cada año mueren de hambre en el mundo y, dos millones que sufren problemas graves de vista, de los cuales entre 250.000 y 500.000 quedan ciegos para siempre. Y muchos millones más que sufren el hambre y la desnutrición. Y yo, que siendo Rafaelito, hubiera podido llegar a morir de tristeza sólo por uno de estos Pedritos, hoy, que a fuerza de ser "educado" en un Mundo de injusticia, insolidaridad, insensibilidad, egoísmo y mentiras, me he convertido, creo que por desgracia, en Rafael, sólo soy capaz de detenerme ante esta terrible realidad como mucho con curiosidad. Y le presto menos atención que a las noticias de la prensa rosa, o a las estadísticas de goleadores de la "liga de las estrellas".

Quisiera poder volver a ser Rafaelito para tener otra vez sentimientos y valores, y para poder compartir el pan que traje debajo del brazo y devolver el que, sin saberlo, robe a otros.

(1) Este híbrido, que comparte el ADN propio del relato corto con el de esos absurdos artículos de denuncia que sirven para bien poco, y que para nada es o pretende ser autobiográfico, fue publicado originariamente en el mes de octubre de 2002 en el diario escrito Huelva Información y en los diarios digitales Rebelión y La Fogata Digital.
archivado en:
agapito
agapito dice:
22/08/2006 16:53

Hola Rafael.

¿Alguna vez se planteó la realidad de hacer un periódico independiente en Huelva?

Gracias, gustar triste relato que tu escribir.

rafa leon
rafa leon dice:
22/08/2006 18:53

Gracias, agapito.



Lo de hacer un periódico independiente, supongo que te refieres a uno en papel, la verdad es que debe ser una difícil y costosa tarea -tanto a nivel de trabajo como de pasta-, por lo que nunca me lo he planteado. Creo que se escapa de mis posibilidades aún juntando los esfuerzos de más gente.



Aunque reconozco que es algo necesario y que sería muy positivo.



Bueno, de momento contamos con la web de utopía verde -donde se aloja onubenses.org-, gracias al esfuerzo de Manolo Gualda, y alguna otra como Voces de Huelva a la que dedica su tiempo libre el bueno de Santiago García.



Ahora bien, si surge por ahí un mecenas, con ganas de invertir su dinero a fondo perdido (pues me da la impresión de que sería una experiencia muy interesante pero corta), conozco a unos cuantos y "cuantas" que estarían encantados en participar.



Un abrazo

Rafa

pepitofrito
pepitofrito dice:
22/08/2006 23:22

Contacten con Arsenio Escolar, director de 20 minutos, diario gratuito, para ponerlo en marcha en Huelva.

carlosparejo
carlosparejo dice:
23/08/2006 20:38

Cuánto evitan las televisiones públicas y privadas contar estos frecuentes episodios de la vida de la infancia en tantos países del Mundo, y no paran por el contrario de acosar a los pequeños hijos de famosos de vida fácil y regalada.