Trasplante con tacto
Los cursos de adaptación al tacto que irás recibiendo te llevarán de escalofrío en escalofrío, a medida que vayas aprendiendo a agarrar una taza de café caliente o a teclear tu nombre, letra a letra, en un ordenador cualquiera. Llegará un momento en que nadie tendrá que decirte por qué a los niños les divierte jugar a coger la lluvia con las manos. Después de haber vivido una vida entera al otro lado del cristal, al otro lado de la pantalla, ya puedes atravesar la vida y meterte en ella entera como si el mundo fuera una película que hubiera estado proyectándose ante ti desde siempre y ahora eres ya la protagonista de La Rosa Púrpura del Cairo. Como si por fin te permitieran tocar a tu hija que estuvo en la incubadora veintiocho años esperando tus manos para empezar a crecer, serás manos de leche tibia y corazón cantante.
A lo mejor esas manos que ahora son tuyas, pero que tal vez tocaron cosas que tú nunca llegarás a ver, guardan dentro de los surcos dactilares los registros de la vida que fue de tu donante generosa y a partir de ahora tendréis que compartir tactos nuevos y ella te ayudará a distinguir rápidamente el agua de la arena sin tener que mirar y sin ponerle adjetivos. Porque tal vez los recuerdos no se instalen en las circunvalaciones del cerebro, sino en las de los dedos, y tendréis que poneros de acuerdo sobre dónde se encuentra ahora el punto de congelación o de ebullición para así poder retirar la mano cuando queme. Pero a partir de ahora ya no será necesario seguir debatiendo con nadie acerca del tacto de los colores y sabrás que sin luz, todas las pieles son pardas, que no existen ni los matices ni las tonalidades siquiera.
Mientras aprendes esa asignatura tan importante, la del abrazo como terapia y como agradecimiento, estarás elaborando la lista de todos los abrazos que fuiste guardando por si algún día podías ir entregándolos a quienes los necesitaban. Ahora imagino que no verás el momento de agarrarles hacia ti y no querer soltarles hasta que vuestros corazones se confundan. Ya verás cómo parece que se para el tiempo, que no es un tópico, que es verdad. Llorarás.
Tomarás el peso de las cosas, el peso de los libros, el peso de las piedras, el peso y la forma de las naranjas, de los cuchillos, si quieres. En tus manos está.
Absolutamente precioso. No me surge oto adjetivo. Me gustan estos textos que más que leerse parece que se derraman por la pantalla fria del ordenador y casi, casi, casi, acercan al lector al tacto, nunca mejor dicho, de las cosas que contienen las palabras.
Vino y besos.