Palabras vivas
Algunas palabras son altamente agresivas. Unas evidencian peligro de muerte y otras a veces, lo esconden. Palabras capciosas estas últimas que guardan venenosas acepciones como licores los bombones rellenos.
Hay palabras con tanto poder que podrían salvar una vida. Palabras tan oportunamente llegadas que pueden hasta olerse o tocarse. Hay gente con tanto don para colocarlas que toman el sentido de las palabras que usan y así son gente suave o amable en razón de su vocabulario. Hay por el contrario quien se va volviendo áspero y puntiagudo en función al uso de sus palabras malsonantes o de duro significado. Porque, en fin, las personas pueden hacerse según su propia palabra: palabras de ánimo, de queja, de desgana, palabras para crecer, para amar, para reconciliarse, palabras elegantes o palabras impresentables. Como todos.
Tengo un amigo que inventa palabras y luego las vende o las regala. Recibir de él una palabra es casi mágico porque envía las palabras envueltas en papel perfumado y vienen rellenas de literatura, como si fuese capaz –con un solo vocablo- de crear no sólo una obra, sino un mundo tangible. Digamos que es comerciante semántico, porque a veces también las roba para colocarlas en un poema propio o para ofrecérselas a otro pobre indigente en terminología. Pocas veces paga por ellas, pero cuando lo hace se puede esperar de él el mejor de los regalos. Por supuesto, nunca un diccionario. Cuando se enfada, naturalmente se vuelve silente. Es la señal inequívoca del valor que para él tienen esas criaturas vivas.
Son las palabras las que nos forman, capaces de indignarnos si se posan a destiempo en el árbol equivocado, si llegan en momento inoportuno. A veces las palabras se resisten a residir con quienes no merecen su don omnipotente.
Como el comentario de lo que me ha suscitado tu artículo ya te lo he dicho personalmente, te envío un beso.
PACO HUELVA