La ciudad que sonríe
La ciudad que sonríe, Cádiz, dicen, cambiará el pito de caña por el silbato mañana jueves, 1 de marzo. Las mismas gentes que subieron el domingo a las bateas convertidos en marines, cebras o bailarines de cabaret, y que cantaban tangos con todo el amor a la fiesta, convencidos de la realidad denunciada en sus letras, serán el jueves quienes marchen a pie contra el asfalto, paso a paso firme, cantando consignas de no nos moverán, esta vez no, por la dignidad del trabajador tan vapuleada a lo largo de toda la bahía gaditana, desde tiempo inmemorial. Los coristas, vestidos ahora para la ocasión con el mono azul de las fiestas reivindicativas de guardar, descuelgan del escenario del Falla el nombre en purpurina de su agrupación para darle la vuelta y en perfecto reciclaje, convertirlo en pancarta que ocupe las calles y las conciencias de quienes miran desde los balcones y desde los despachos. Desde la plaza de San Juan de Dios a Puerto Real, desfilará una cabalgata monocolor, al grito de una sola voz obrera, lanzando a su paso serpentinas de rabia y frustración. Delphi no se cierra.
Mil seiscientos trabajadores directos contra una empresa norteamericana, que rompe, cobra y deja los trastos. Multinacional de la globalización sangrienta que crea ilusiones a cambio de esfuerzo mal remunerado y que con la misma facilidad las destruye. Multinacional que acepta sospechosamente las subvenciones públicas más generosas. Multinacional que abandona a los hombres y a las mujeres como trastos, como papelillos de colores después de la fiesta capitalista a merced del viento del paro.
Multinacional norteamericana que llega, ocupa, explota los recursos, deja sembrado el más potente arma de destrucción masiva y se retira con sesenta y dos millones de euros para empezar el mismo círculo vicioso en otro punto del planeta. Llegar, ocupar, explotar, retirada y abandono. Y así en todas las guerras.
El mismo sistema capitalista moderno y feroz, más a poniente en el golfo de Cádiz, no sólo abandona a los trabajadores después de suculentas ayudas económicas. Abandona una marisma de muchas hectáreas en condiciones penosas imposible de recuperar, por muchos cambios climáticos que sucedan. Trabajadores y fosfoyesos a la buena de dios. Dicen que en Huelva el Vía Crucis de la Semana de Pasión recorrerá la avenida Francisco Montenegro y volverá por Tráfico Pesado, haciendo estación de penitencia en Foret, Fertiberia y en la térmica disfrazada de poema. Cuentan que las hermandades del Rocío cantarán la salve marinera en la Punta del Sebo, a los pies de Cristóbal Colón, para ir tirando fuerte de los bueyes de la desolación, bebiendo sorbo a sorbo el rebujito del peregrinaje sin camino de vuelta.
Dicen que los obreros condenados se levantarán al unísono desde Cádiz y desde Huelva y atravesarán Doñana por Malandar. Dicen que cambiarán los fandangos y los tanguillos por gritos de lucha obrera. Dicen -gritan- que el camino es de todos y que sonreirá de otra manera.
Mil seiscientos trabajadores directos contra una empresa norteamericana, que rompe, cobra y deja los trastos. Multinacional de la globalización sangrienta que crea ilusiones a cambio de esfuerzo mal remunerado y que con la misma facilidad las destruye. Multinacional que acepta sospechosamente las subvenciones públicas más generosas. Multinacional que abandona a los hombres y a las mujeres como trastos, como papelillos de colores después de la fiesta capitalista a merced del viento del paro.
Multinacional norteamericana que llega, ocupa, explota los recursos, deja sembrado el más potente arma de destrucción masiva y se retira con sesenta y dos millones de euros para empezar el mismo círculo vicioso en otro punto del planeta. Llegar, ocupar, explotar, retirada y abandono. Y así en todas las guerras.
El mismo sistema capitalista moderno y feroz, más a poniente en el golfo de Cádiz, no sólo abandona a los trabajadores después de suculentas ayudas económicas. Abandona una marisma de muchas hectáreas en condiciones penosas imposible de recuperar, por muchos cambios climáticos que sucedan. Trabajadores y fosfoyesos a la buena de dios. Dicen que en Huelva el Vía Crucis de la Semana de Pasión recorrerá la avenida Francisco Montenegro y volverá por Tráfico Pesado, haciendo estación de penitencia en Foret, Fertiberia y en la térmica disfrazada de poema. Cuentan que las hermandades del Rocío cantarán la salve marinera en la Punta del Sebo, a los pies de Cristóbal Colón, para ir tirando fuerte de los bueyes de la desolación, bebiendo sorbo a sorbo el rebujito del peregrinaje sin camino de vuelta.
Dicen que los obreros condenados se levantarán al unísono desde Cádiz y desde Huelva y atravesarán Doñana por Malandar. Dicen que cambiarán los fandangos y los tanguillos por gritos de lucha obrera. Dicen -gritan- que el camino es de todos y que sonreirá de otra manera.
De verguenza que hayan acudido a la manifestación en contra del cierre de la factoría delphi, todo un arsenal de representantes políticos, los mismos que en 20 años no se han preocupado de propiciar puestos de empleo dignos en la Bahía.