El hombre intangible
Soy una mujer virtual. Y como tal, amo a un hombre intangible. Le siento dentro, que es donde empiezan a nacer los sentidos y los sentimientos, pero no puedo darle a luz. Mis sentires se quedan dentro, como marineros de un submarino. Siempre en el fondo, subsistiendo con respiración artificial y almorzando barritas de muesli.
Nos amamos desde los adentros sin posibilidad de emerger a la piel. El hombre al que amo está hecho de palabras. No tiene brazos, tiene la palabra brazo a la izquierda de su cuerpo -que también es una palabra, la palabra cuerpo- y la palabra brazo otra vez a la derecha. No puedo beber la saliva del hombre al que amo, pero la palabra boca -y a veces hasta la propia palabra saliva, mucho más real- me remueve las entrañas cuando la escribe, que es como si viniera y la juntara a mis pechos.
Yo no puedo oír gemir al hombre a quien amo cuando hacemos el amor -virtualmente - porque mi amante intangible no tiene más voz que la que yo imagino en mis oídos ficticios. Pero él sabe bien cómo se escriben las palabras sin vocales y yo ya aprendí a responderle con grafías llenas de alma como alma tienen los movimientos rituales del sexo. No tiene piel, pero la palabra piel escrita en el momento oportuno es capaz de hacer vibrar la piel mía que de pronto se convierte en piel verdadera. Piel sin caricias, pero piel viva.
Mi amante virtual y yo paseamos del brazo por los parques a las horas más intempestivas. Es experto en escribir la palabra lluvia y hacerme cabalgar a lomos de un paraguas a velocidades vertiginosas. Con sólo una palabra. Somos amantes sin manos, pero él sabe escribirme el calor de una taza de café cuando el frío me llena los ojos de nieve.
Mientras el hombre al que amo duerme, yo le escribo en secreto –para que no le lleguen y puedan convertirse en reales- canciones de amor y deseo sobre mis sábanas
Nos amamos desde los adentros sin posibilidad de emerger a la piel. El hombre al que amo está hecho de palabras. No tiene brazos, tiene la palabra brazo a la izquierda de su cuerpo -que también es una palabra, la palabra cuerpo- y la palabra brazo otra vez a la derecha. No puedo beber la saliva del hombre al que amo, pero la palabra boca -y a veces hasta la propia palabra saliva, mucho más real- me remueve las entrañas cuando la escribe, que es como si viniera y la juntara a mis pechos.
Yo no puedo oír gemir al hombre a quien amo cuando hacemos el amor -virtualmente - porque mi amante intangible no tiene más voz que la que yo imagino en mis oídos ficticios. Pero él sabe bien cómo se escriben las palabras sin vocales y yo ya aprendí a responderle con grafías llenas de alma como alma tienen los movimientos rituales del sexo. No tiene piel, pero la palabra piel escrita en el momento oportuno es capaz de hacer vibrar la piel mía que de pronto se convierte en piel verdadera. Piel sin caricias, pero piel viva.
Mi amante virtual y yo paseamos del brazo por los parques a las horas más intempestivas. Es experto en escribir la palabra lluvia y hacerme cabalgar a lomos de un paraguas a velocidades vertiginosas. Con sólo una palabra. Somos amantes sin manos, pero él sabe escribirme el calor de una taza de café cuando el frío me llena los ojos de nieve.
Mientras el hombre al que amo duerme, yo le escribo en secreto –para que no le lleguen y puedan convertirse en reales- canciones de amor y deseo sobre mis sábanas
Precioso maría. Sólo una cosa, tú tienes poco de virtual, tú eres una mujer de carne y verso y una persona honesta, comprometida y buena.
Un beso desde esta noche de calores tropicales sevillanos adelantados (estoy a punto de fundirme).
Rafa