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Banco de libros

En Isla Cristina han levantado un monumento a la lectura. No es un monumento al uso, de los que se colocan en el centro de una plaza alicatada al efecto. No se trata de un pedestal monolítico que soporte a Cervantes o a Juan Ramón Jiménez, puesto de moda ahora por las térmicas, no. Porque no se trata de un monumento a quien escribe, sino a quien lee, que son muy pocos (los monumentos, digo). No es una estatua de granito o de bronce de un señor –todo el mundo sabe que siempre fueron señores y no señoras- que se eleve con su pluma y sus gafas hacia lo inalcanzable, es la de un hombre que, sentado en un banco de ladrillo y azulejos, lee un libro. Ahí es nada.
Se trata de la reproducción de uno de los seis bancos que en el Paseo de Las Palmeras de Isla se construyeron en el siglo pasado, para que la gente pudiera descansar mientras leía o para que leyera mientras descansaba, al frescor de las todavía pequeñas palmas. Porque a los asientos públicos de 1920 se les añadieron durante la Segunda República unos estantes que guardarían los libros y que les otorgarían esa especialísima y mágica misión de convertirse en biblioteca al aire libre, puesta a disposición de los paseantes. No es ciencia ficción, es Historia. Historia sagrada que ahora quiere recuperar el Ayuntamiento isleño para que quede claro que aquí también se leía. El sedente e inanimado lector es de bronce ahora (enhorabuena, Francis Zamudio, artista), pero antaño tanto quienes leían como los libros que disfrutaban estaban vivos. No de toda representación puede decirse lo mismo.
Bancos de libros que convivían con bancos de peces. Almadrabas, traíñas, parejas, narrativa, poesía, teatro. En Isla Cristina mis antepasados sabían de sardinas, de atunes y de palabras. Ahora mis contemporáneos y yo somos expertos en bancos hipotecarios y en promotoras inmobiliarias. Es necesario perpetuar en bronce la historia y en ladrillo el presente.
rafa leon
rafa leon dice:
24/07/2006 11:21

No sé porqué, pero la lectura de este poema en forma de artículo, o de este artículo tan poético, me ha recordado el monstruoso chriringuito itinerante que, patrocinado por una compañía de telefonía móvil y otra de coches de alta cilindrada, recorre este verano las playas de Andalucía haciendo las "delicias" de la chavalería. Su objetivo: promocionar los productos de otra, además de las susodichas, más que famosa compañia de videojuegos y otros aparatos infernales, puestos sobre la arena ardiente a disposición de los tiernos infantes y los reblandecidos cerebros de los menos niños. Nos dirán -nos dicen- que es la nueva "cultura" que viene a ocupar el lugar en el que nunca debieron estar los libros y la lectura. Nos dirán -nos dicen- que esto es el "progreso" y que tu alegato, María, sólo es el producto de la una nostalgia trasnochada y sin sentido. Brutal estrategia nada sutil para las mentes confusas -"confundidas"- ávidas de imágenes y "emociones" vacías fabricadas por la "ciencia" del usar y tirar y el "sentimiento" basura.

Y nos dirán que Juan Ramón no era más que un producto sin brillo al que por fin está dotando de fulgor la química con su energía limpia y básica. Como ya ocurrió con las lagunas de Palos.

¡Leña al mono!

Un abrazo
Rafa

Ps. Me voy "pa" la playa a leer un ratito -Baudelaire- antes de que llegue la avalancha. De calor, digo.

agariro
agariro dice:
24/07/2006 16:43

que mágica isla cristina, como está la hicieron a perder un poco ahora, qué bonito que en los bancos hubiera estantes libreros, ahora las calles son lugares de paso rápido, con aceras de escupe, chicle y colilla. Volvamos a poner estanterías con libros en las calles.