60 litros
Habrá que leerse bien el Decreto porque no queda muy claro, así sólo mediante una rueda de prensa, de dónde procederían los litros a contar por el Ayuntamiento o el Ministerio. ¿El agua embotellada cuenta? ¿El agua que consumiría una piscina privada en urbanización cerrada cuenta? ¿Cuenta el agua de riego del campo de golf paseado por persona y día? ¿Pagarían el mismo precio por el litro de más quienes pueden permitirse gastar 120 litros en lavar su coche con manguera? ¿O se parecería al gasto de gasolina y al de otros bienes de consumo? ¿Es verdadero, equitativo y justo?
En cualquier caso parece que donde hay voluntad política hay soluciones. La voluntad política del gobierno actual hizo que se volvieran los soldados de la madre de todas las guerras y plantamos cara a los mismísimos Estados Unidos. Con voluntad política.
Así una sencillita regla de tres hace pensar que la voluntad política podría acabar con la pobreza. Dicen que “más del 60% de la riqueza mundial no se dedica ni a producir ni a intercambiar lo que se produce, sino a enriquecer más a quienes ya son ricos”. O sea, para satisfacer lujos. ¿Y si la voluntad política obligara a los bancos a dedicar al menos una parte de su capital a conceder microcréditos en las mismas condiciones que lo hace Muhammad Yunus? Si él puede –lo ha demostrado y hasta se lo ha reconocido Estocolmo- tienen que poder los más poderosos, nunca mejor dicho. ¿Y si la voluntad de nosotros los votantes increpara un poco al ministro de Economía hasta sacarle un decreto sobre el reparto de riqueza como le ha salido a la de Medio Ambiente el decreto sobre el reparto del agua? Igual, pero con más generosidad, más solidaridad, como si fuéramos todos hijos de la misma tierra. Es cuestión de voluntad política, que en potencia somos todas y somos todos.
¡Ay! mi querida maría, la voluntad política siempre tan empeñada en "solucionar" los problemas por la vía de apriétese el cinturón, ciudadano. Y, esto, no digo yo que no sea justo y necesario. Pero, claro, siempre que de manera proporcional se oblige también al poder económico a estrangular del mismo modo su oronda cintura. El derroche de agua en España se produce sobre todo por la irresponsabilidad en su uso económico (agricultura ineficiente, golf(os) sediento(s)...) y por la inoperancia y desidia de políticos "voluntariosos" (perdidas infames en las redes de distribución del 40% y más). Pero parece que aquí lo que vale es alimentar el síndrome del ciudadano culpable y agradecer a transnacionales y grandes empresas sus gestos de mecenazgo a base de miserables migajas de pan duro. No, maría, no. No harán nada para acabar con la pobreza (salvo telemaratones y campañas de caridad para que salgan en los medios señoras de alta arcunía), porque para ello sería necesario acabar también con la riqueza. Y con el poder económico hemos topado. Y con políticos que se pasan por el arco del triunfo las necesidades básicas de los que los votan, porque no tienen fuerza para presionarlos, y que se acongojan (o, acojonan, como más guste) ante la fuerza y la violencia (esto sí que es un grupo terrorista) de los poderosos.
No, no se trata del agua para todos, sino de una falaz agua para todo. Y, claro, los más necesitados, los más abandonados, siempre sedientos.