La siesta profesional
Cacuito es adicto a la siesta. Un profesional. El noble arte de ligar por banda el orinal inglés de porcelana maciza heredado del doctor Mckay, la imitación en tergal del último pijama de Juan Ramón Jiménez y el rezo del padrenuestro a la piadosa forma de Ruiz Mateos son preliminares, necesidades y pasiones de todo punto irrenunciables antes de cascarse una siesta, con las persianas bajadas, en el tálamo nupcial. Por eso anda entre refocilado e indignado con ese ministro gabacho de la cosa de la sanidad que pretende combatir los problemas de sueño en Francia instaurando, con la aquiescencia de empresas voluntarias, una fláccida siesta de quince minutos durante la jornada laboral. Quince minutos de siesta no es profesional, no es serio, no es un remedio, ni tiempo para disfrutar de esa nona bombeada de sangre, estética e imperial en su duro volumen.
Marcos, yo vivo en la antigua casa del Dóctor Mckay, te invito a que vengas a verla un día.