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El sueño de Colón

En nuestro festival el premio es un Colón. Quiyo. De oro. No una concha o una palma o una espiga o un oso, que, como ustedes ya saben, sí, son objetos muy románticos y telúricos, pero, al fin y al cabo, poco prácticos o en peligro de extinción. Pero que te premien con el descubridor de América son palabras mayores. Un festival tan espléndido, tan hiperbólico en su generosidad, merece algo más que un respeto; un festival así es la repanocha, un intercambio gozoso y en toda regla de lenguas, acentos, costumbres, cinematografías, orografías, culturas; un cuaderno de bitácoras para arribar a un malecón amigo, para mostrar las virtudes de Huelva y la provincia y descubrir las de nuestros hermanos; el marco idóneo para acumular anécdotas de celuloide y rebobinarlas durante toda una vida, al calor arrullador de cabezos y marismas, de machupichus y tequilas.

Yo no sé si el Festival de Cine Iberoamericano de Huelva está perfumado de glamour, ese odioso palabro de fonética cursi, manoseado hasta la desemantización por los horteras. Lo único cierto es que, hace treinta y tres años, en noches de transición democrática, inocentes de frívolas ambiciones, conscientes de cubrir un vacío inexplicable, fue creado por un puñado de benditos locos onubenses, a los que no se ha homenajeado suficiente. Desde entonces, una semana al año, la Casa Colón y sus calles aledañas, el ánimo de una ciudad entera, se mueve a otro ritmo, inocente y pasional como una pantalla teñida de ficción. Todo el que se deja envenenar por este festival se abandona a un sueño que no es eterno, del que sólo se amanece (que no es poco) cuando se desperezan las bombillas de las salas.

En esta cita cultural, donde la voluptuosidad iberoamericana se abraza con el choquero y variopinto paisanaje, los nativos, turistas y profesionales más ávidos han podido descubrir a los maestros que han sido y serán en la historia del cine: Buñuel y su perro andaluz, amarraditos los dos, pasearon la calle Concepción; en el Cine Emperador sorprendieron a Berlanga haciendo manitas con un señor verdugo; Paco Toronjo, desde lo alto de El Conquero, le cantó a Cecilia Roth su particular cambalache; Arturo Ripstein cogió la canoa a Punta Umbría y encontró a su mujer del puerto; Cantinflas le sopló unos chistes malos de leperos a las cuerdas de El Niño Miguel; Sergio Cabrera pidió unos caracoles en Los Cuartelillos y le sirvieron palometa; Miguel Littin visitó la prisión de Huelva y se reencontró con el chacal de Nahualtoro; Fernando Fernán Gómez bailó unas sevillanas en el Cochabamba; la brisa del Muelle del Tinto desenredó la melena a Sonia Braga; Cela, Alberti y Vargas Llosa jugaron a grumetes en el Muelle de las Carabelas; yo mismo le presté veinte duros a López Vázquez para que llamase desde una cabina. ¿Ustedes no recuerdan estas escenas? Qué pena. Entonces no comprendieron de qué va esta película.

PACO HUELVA CALA
PACO HUELVA CALA dice:
16/11/2007 07:37

Desde Granada, a las 06:30 horas, da la impresión de que ese Festival del que hablas tiene muy buena pinta. Y a mà que me habÃan dicho ¡oye! que lo que mejor funciona del mismo son las magnÃficas relaciones que mantienen los Patronos, las muchas salas de cine, la buenÃsima programación -que te permite saber que pelÃcula vas a ver sin que te tragues un bodrio- y, sobre todo, el infinito número de actividades lúdico-culturales que se desarrollan al hilo de la misma. Pero, el que me lo contó no sabÃa de qué iba esto; no cabe duda de que en estos dÃas seremos la referencia cinematográfica del mundo, la sede de lo inédito y el corazón mismo de Colon hecho celuloide. EstarÃa equivocado ¡pues! quien me informó.

MANUEL RUBIALES REQUEJO
MANUEL RUBIALES REQUEJO dice:
19/11/2007 09:35

Celebro leerte de nuevo. Es, como siempre, un placer.